Por: Javier Yoplac
Hoy se cumple una semana del mayor desastre ecológico ocurrido en el Perú, por parte de Repsol y, por tanto, podemos analizar con un poco de detenimiento los hechos y emitir un pronunciamiento.
Lamentablemente, los actores involucrados en este incidente, antes que se convirtiera en un desastre, como son: Repsol, la Marina, el Ministerio del Ambiente y el gobierno central, reaccionaron mal y tardíamente, con lo cual nos deja un sinsabor enorme, porque nos damos cuenta, que no había un programa de mitigación y contingencia y lo que es peor, aparentemente, como se trata de Repsol; nadie fiscaliza.
Luego de ocurrido el derrame de petróleo en Ventanilla, esta empresa irresponsable, salió primero a decir, que solo habían caído 7 galones al mar, algo que luego se comprobó, que era una mentira, cuando el derrame fue tan gigantesco y notorio, que inundó toda la costa. En ese momento, a Repsol, no le quedó otra, que admitir que fueron 6 mil barriles de petróleo los que se vertieron al mar, lo que equivale a, doscientos cincuenta mil galones.
Pero, lo terrible y paradójico de todo esto, es que todas las entidades de control del Estado y hasta medios periodísticos, solo se dejaron llevar por lo dicho por esta empresa y no reaccionaron oportunamente.
Actualmente, hemos visto que la ciudadanía ha comenzado a realizar cruzadas de recolección de cabellos, como si ellos hubieran sido los causantes del desastre, cuando es obligación de esta empresa, solucionar el problema.
Es así, que extrañamente y bajo la premisa de la mayoría de limeños o provincianos limeñizados, que solo reaccionan cuando les afecta, es que han salido a ayudar con lo que pueden.
Tantas veces, nuestra flora y fauna se ha visto amenazada no solo por derrames en la selva, sino por la contaminación minera en el interior del país, pero como no les toca, no dicen nada.
Esto me hace recordar, a lo ocurrido el pasado 16 de julio del año 1992, fecha en que Sendero Luminoso decide explotar un coche bomba en Tarata. Solo en ese momento, Lima se sintió movida y tocada. Antes de eso, todo era indiferencia ante el resto del país que desangraba.
Ese mismo comportamiento, ocurre en nuestros distritos, sobre todo en los de clase media, solo basta ver, que solo reaccionan cuando no les limpian su vereda o arreglan su parque cercano que en su momento fue abandonado por el alcalde de turno. Si algo ocurre un poco más distante a su vivienda; les importa un rábano.
Es por ello que yo digo que, en Lima, tenemos una sociedad hipócrita, que solo adopta posturas en determinado momento, que no nacen de un comportamiento propio, alturado y altruista, sino más bien, tienen un accionar interesado, muy conveniente para ellos.
Por otra parte, no entendemos el comportamiento de la empresa Repsol. Dicen que compraron una Monobolla en el año 2019, para poder evitar este tipo de desastres y porque no lo utilizaron. ¿Será cierto que lo tienen?
Es más, tanto la Marina como el gobierno, tienen planes de contingencia para poner mangas y evitar la expansión… y, ¿por qué no lo han hecho en su momento y no, esperar que el derrame se extienda?
Qué pasa con la Marina. ¿Acaso están aprovechándose de la ignorancia del gobierno y por tanto prefieren hacerse los desentendidos, para luego culparlos por la demora, que mitigar este desastre?
Es sumamente vergonzoso, darnos cuenta, que por un lado, todo indicaría, que la Marina está de adorno, pero también vemos a un Estado, muy débil para poder ejecutar las correcciones y sanciones, de ser el caso.
Ni que decir de la prensa, que en este caso muy particular, “El Comercio” trató el tema Repsol, con un lenguaje casi feudal. Es decir, se notó vergonzosamente, que este medio, así como otros, intentaban por todos los lados, no escribir el nombre del culpable, la empresa Repsol; en sus notas periodísticas.
Todo parece que hay una corriente, de tapar, todo lo que se llame, transnacionales o gran empresa. Ya imagínense lo que ocurre en los pueblos remotos, los lugareños protestantes son tildados de revoltosos y hasta los etiquetan de terrucos, porque se quejan de contaminación.
Pero como a Lima, no llega eso, no les interesa.
En Léeme, estaremos muy atentos, a lo que ocurre, porque según el análisis de Marino Morikawa, un experto en Gestión Ambiental, especializado en descontaminación, no serían 6 mil barriles de petróleo los vertidos al mar, sino muchos más. Lo que nos hace pensar, que sería unos 10 mil barriles.
Por todo ello, es preciso recordar que en el año 2010, una empresa japonesa derramó 30 mil barriles de petróleo sobre el Golfo de México y esta compañía tuvo que pedir disculpas y encima terminó pagando una reparación de US$ 1,100 millones de dólares.
En Perú, sucedió todo lo contrario, porque Repsol, teniendo la culpa, culpó a la Marina, porque estos habían dicho que no iba a haber Tsunami, luego de la explosión del volcán Tonga. Incluso, ellos teniendo la maquinaria que pudo haber evitado el desastre, no lo hicieron, con lo cual, solo demuestran, que, en Perú, las empresas transnacionales hacen –como digo- lo que les viene en gana.
Por dicha razón, entre otras cosas, escribí un artículo al que titulé con el nombre de «Perú, la puta del mundo» y el tiempo espero que, en esta ocasión, no me dé la razón y esta empresa pague con creces lo ocurrido.
Asimismo, veremos que hace este gobierno y la Marina, que, teniendo los equipos necesarios, está operando lentamente, ante el derrame de petróleo.
Esperemos también que este derrame de petróleo, convertido en una “Marea negra”, no inunde las conciencias de nuestros jurisconsultos e ilustres abogados del Estado, porque presumo que si judicializan el tema al final, esta empresa, pagaría mañana, tarde o nunca.
Creo que una buena medida, si es que esta empresa no quiere asumir su responsabilidad, aparte del tema judicial, sería, el cancelarles el contrato o rescindirlo, que es lo mismo.
Por lo pronto, tengan presente, señores periodistas, políticos y opinólogos, que, con sus actitudes y posturas, están escribiendo la historia de este, Desastre Ecológico.
Estaremos atentos.
Un buen editorial , para concienciarnos sobre el desastre ocasionado a la ecología, por Repsol.