Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)
A pocas horas de Lima se instauró el “Día de la Planta” -27 de enero de 1922- en el barrio fabril de Vitarte, una comuna colmada de remembranzas, tradiciones, episodios gloriosos, proezas valientes e inspiración de honrosas lides sindicales. Allí los operarios de la fábrica El Inca emprendieron la contienda por la jornada de las ocho horas; el presidente y héroe de la Guerra del Pacífico, Andrés Avelino Cáceres, fue propietario de la hacienda Barbadillo; curacas y jerarcas indígenas del Antiguo Perú están enterrados bajo la moderna iglesia del pueblo de Ate; el médico y naturalista Hipólito Unanue formuló relevantes referencias sobre la meteorología en los caseríos de Surco y Late (Ate).
Esta efeméride fue promovida por una juventud impactada por la Revolución Mexicana (1910), la Reforma Universitaria de Córdova (1918) y la conquista de las Ocho Horas de Trabajo (1919); trances de enorme connotación en la “generación del centenario” -como se denomina a los compatriotas nacidos al cumplirse los 100 años de la Independencia Nacional- que desempeñó un rol protagónico en la vida del país enarbolando el legado del insigne anarquista, intelectual y ensayista Manuel González Prada.
En el Primer Congreso Nacional de Estudiantes (Cusco, 1919), Víctor Raúl Haya de la Torre, como presidente de la Federación de Estudiantes del Perú, respaldó la moción para crear las Universidades Populares, cuya fundación en Lima se produjo el 22 de enero de 1921 y en Vitarte, a los pocos días, el 2 de febrero. Posteriormente, se añadió el nombre del autor de “Horas de lucha”, en honor al recordado maestro.
La Universidad Popular de Vitarte funcionaba en el cinema-teatro en donde se dictaba cátedra dos noches por semana. Surgió como espacio pedagógico encaminado a fomentar la instrucción de los trabajadores, constituyó el germen de heroicos acontecimientos obreros y adoptó como uno de sus lemas “Ocho horas de trabajo, ocho de horas de estudio y ocho horas de descanso”. Además, entre otros, participaron los universitarios Oscar Herrera, Carlos Manuel Cox, Manuel Seoane, Enrique Koster, Raúl Porras y Arturo Sabroso. Según detallaba su estatuto “se propone comunicar al pueblo peruano con las grandes corrientes de renovación que en esta época están transformando el mundo. Más su obra requiere extraer su energía y asentar su raíz en realidad indígena. En tal sentido fomentará intensamente el estudio de los problemas propios”.
José Carlos Mariátegui en su artículo “Las Universidades Populares”, presentado en el Nro. 4 de la revista Claridad (enero, 1923), refiere: “La obra de las universidades populares es, actualmente, una obra universal. Brota espontáneamente del estado social contemporáneo. Satisface una necesidad espiritual de esta época inquieta y grávida. El proletariado emprende, afanoso, la conquista de la cultura. Las últimas experiencias históricas le han enseñado el valor social y político de la ciencia y de sus creencias”.
Dentro de este contexto nació el “Día de la Planta”. Un suceso que consistía en sembrar especies botánicas, rendir tributo a las reivindicaciones del proletariado y evocar sus demandas -con las que se identificó esta estirpe culta e ilustrada de jóvenes- con disertaciones, comidas, cánticos, bailes, campeonatos y demostraciones artísticas. El deporte tenía una implicancia sustantiva. Al respecto, Augusto Lostaunau Moscol en su nota “Alianza Lima: 118 años forjando héroes del pueblo”, aparecida en el diario Uno (febrero 16 de 2019), apunta: “Rafael Tapia en ´La Fiesta de la Planta en Vitarte´ (1992) destaca que en la revista Amauta siempre se informó sobre este acontecimiento obrero-popular y, en las fotos, destaca la presencia de varios integrantes de Alianza Lima jugando por los equipos de las fábricas textiles donde laboraban”.
Felipe Cossío del Pomar, en su libro “Víctor Raúl” (1961), destaca este evento: “Víctor Raúl pide y obtiene ayuda del director de la Escuela de Agricultura, un belga comprensivo. La celebración de la ´Fiesta de la Planta´ adquiere grandes proporciones. Acompaña la plantación de cientos de árboles una fiesta deportiva, gran almuerzo popular y actos culturales en el Cinema-Teatro. Así queda establecida ´La Fiesta de la Planta´ que ha de repetirse cada año”.
Son oportunas las apreciaciones de Percy Murillo Garaycochea, en su publicación “Historia del APRA” (1976): “Después de recibir a los viajeros, la multitud se congrega en el campo de deportes del sindicato. Vienen una serie de discursos de índole diversa, pero de idéntica tendencia; luego dase comienzo a los juegos atléticos: múltiples carreras, saltos diversos, luchas variadas; hombres, mujeres y niños toman parte en el certamen. Mientras tanto, la multitud plena de entusiasmo entona himnos revolucionarios, que interrumpe para aplaudir a los vencedores. Transcurre así la mañana y conforme avanza el día llénase de más y más entusiasmo el ambiente. Llega la hora de yantar, que dispersa la compacta multitud para reunir a las gentes en grupos pequeños que se pierden en las casas. A las catorce, una banda de músicos desafina, pero alegra el ambiente, las gentes se congregan en el parque ´9 de enero´”. En este sitio se llevó acabo, el 9 de enero de 1881, la Batalla de la Rinconada o de Ate -entre las tropas chilenas y peruanas- y todavía se alzan los arbustos sembrados en esta gala.
En su obra “Los burgueses” (1983), Luis Alberto Sánchez comenta: “Las fiestas representativas de los obreros textiles de Vitarte se denominaban la Fiesta de Árbol y consistían en plantar árboles en señal de sosiego, fertilidad y paz. A la Fiesta de Árbol de 1923, Haya se hizo acompañar por José Carlos Mariátegui, quien acababa de regresar de Italia”.
Asimismo, Raúl Chanamé Orbe en el volumen “Haya de la Torre y las universidades populares – El surgimiento de una cultura de productores” (1990), explica: “En un intermedio de las celebraciones de la fiesta de la planta se institucionalizó una ceremonia de siembra de árboles variados: fresnos, casuarinas y pinos debían ser sembrados alrededor del poblado por trabajadores distintos, que tenían que comprometerse a cuidarlos hasta su total crecimiento. Aquí está el principio pedagógico de cuidar la naturaleza para conservarnos a nosotros mismos, la armonía hombre-naturaleza. Aquí están los principios difundidos actualmente como son el naturismo y la conservación del equilibrio ecológico”.
La trascendencia de esta magna conmemoración suscitaba acogida y atención por su significado cultural; constituía un espacio de confraternidad entre los sectores afines a las justas exigencias gremiales de la época. Al mismo tiempo, el “Mensaje de los profesores Oscar Herrera, Luis E. Heysen y Enrique Cornejo”, difundido en el boletín Nro. 1 de las Universidades Populares (enero, 1927), afirma: “En el transcurso de la fiesta habéis de recibir una lección muy fecunda y será la que os brinde la naturaleza interpretada por vuestra reflexión y juicio. Por sus sabías enseñanzas habréis de constatar, cómo prospera la planta que cuidó con amor; como están para ser admiradas por vosotros las bellas casuarinas del parque ´9 de enero´ y como en cambio no lo están, los fresnos que en otro sitio plantasteis con el entusiasmo del minuto, no obstante ser éstos menos delicados, que aquellas”.
De igual forma, en esa edición aparece el “Manifiesto de la Célula de la A.P.R.A. en París a los trabajadores de Lima con motivo de la Fiesta de la Planta” (París, enero 1927), que insta a “sed inquebrantables en la acción; organizaos reciamente, propagad incesantemente nuestros principios de clase revolucionaria: preparando el camino para la batalla cerca”, firmado por Eudocio Ravínez, José Neptall García, Juan Jacinto Paiva, Jorge Seoane F., César Moro, A. González Willis, Gonzalo Gamarra, I. Guevara, M.E. Rozas, I. Carrasco, Cárdenas C., Nicanor Castro, Arístides Ochoa, R.G. Willis, Oscar Augusto Ochoa, Julio Augusto (venezolano), Luis Alberto Acuña (colombiano), J. Gerardo Loaiza, M.A. Ríos, Julio Zambrano, O. Tello.
En el aleccionador texto “Por un Perú con árboles”, publicado en La Tribuna (abril 2 de 1946), con las siglas M.C.E. (según mi querido amigo y dirigente histórico del aprismo, Nicanor Mujica Álvarez Calderón, fue escrito por el creador de “El antimperialismo y el APRA”) se reitera la vigencia de esta actividad. Su autor asevera: “En la Asamblea Municipal Aprista se ha hecho una gran invocación en defensa del árbol. La hizo el propio jefe del partido en su discurso inaugural de aquella concentración y se ha adoptado como resolución unánime: Hay que procurar despertar en nuestro pueblo el culto al árbol”. “…En la costa, ésta es una necesidad. La deforestación de nuestro litoral es algo clamorosa, la falta de zonas verdes en nuestras ciudades las caracteriza por su aridez, soleada e inauspiciosa. Lima tiene algunas zonas verdes y avenidas, como la de Arequipa y suburbios como San Isidro y Miraflores, que nos presentan ya como un pueblo civilizado. Pero es notable el abandono del árbol en el resto del país”…“¡Árboles necesita el Perú! Las Universidades Populares González Prada iniciaron en Vitarte la campaña del árbol en 1921. Establecieron premios para los defensores del árbol. Estimularon la contribución del niño. Y quedan ahí en Vitarte árboles sombreadores veteranos y erguidos de aquella cruzada”.
Los árboles cumplen una valiosa misión: tienen un papel fundamental en el tratamiento del aire y contribuyen a disminuir las sustancias tóxicas; es ineludible dotar a la ciudad de novedades botánicas resistentes a la contaminación. Es pertinente cultivar variedades de la región y reducir el césped por su alto consumo de agua. Este aspecto debe inducir a los gobiernos ediles a plantar géneros de flora en función del clima, la polución, entre otros factores que, al parecer, evaden considerar. Los más idóneos son el molle, la tecoma, el huarango y, especialmente, el jacarandá con capacidad para absorber los gases tóxicos de 1.405 autos.
El “Día de la Planta” evidencia la perspectiva y sensibilidad de una promoción humanista que entendió la política como el arte y la ciencia de vincularse con los asuntos del Estado, atender las expectativas de la población y los clamores de los desvalidos. Un emprendedor contingente de compatriotas que lidiaron, con indomable fervor religioso, por nobles empeños nacionales. Sus existencias representan paradigmas incólumes para los hombres y mujeres comprometidos con el bien común.
Nuestro homenaje a los artífices de esta importante y masiva festividad que enlazó entusiasmos cívicos, hermanó inquietudes, afianzó ideales, generó movimientos colectivos, despertó conciencias y contribuyó al advenimiento de una disciplina interrelacionada con anhelos globales: la supervivencia de nuestro imponente patrimonio natural y su compatibilidad en la calidad de vida de la sociedad.
En tal sentido, la alusión del jefe y líder máximo del Partido Aprista Peruano, el conciudadano más ilustre del siglo XX en nuestra patria y presidente de la Asamblea Constituyente, el 28 de julio de 1978, expresa la culminación de un mandato asumido con el cuidado ambiental. Sus palabras personifican un mensaje de certidumbre, peruanidad e inapelable visión de estadista: “La temática constitucional es muy extensa y acaso sólo pueden mencionarse puntos esenciales, el dominio del Estado sobre las riquezas básicas, la participación efectiva y directa de los trabajadores, la igualdad de la mujer en todos los campos; la atención especialísima de la juventud, ancha fila humana que en nuestro país exige promoción y estímulos especiales. Y también, la defensa del medio ambiente y de nuestro patrimonio arqueológico e histórico”.
(*) Docente, conservacionista, consultor, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda. http://wperezruiz.blogspot.com/