Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)
Ubicada en el Centro Histórico de Lima, es uno de los espacios públicos más icónicos de la capital peruana y, probablemente, después de la Plaza de Armas -apostada a pocas cuadras- es la de mayor significación urbanística y tradicional. En 1998 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) la declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad.
“…Se caracteriza por haberse diseñado en forma integrada, el trazo de las aceras y el monumento complementario con un lugar de estar, además de relacionar el conjunto con la avenida, al colocar un elemento escultórico, en la intersección de los ejes de la plaza y la avenida”, precisa Ernesto Gastelumendi Velarde en “Arquitectura paisajista” (1997).
Al respecto, recordemos el contexto poblacional, urbano e histórico al momento de su construcción. Según José Carlos Mariátegui en “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana” (1928), “el censo de 1920 fijaba en 228,740 el número de habitantes de Lima. Se ignora la proporción del aumento de los últimos años. Mas los datos disponibles indican que ni el aumento por natalidad ni el aumento por inmigración ha sido excesivos”.
La Plaza San Martín tiene importantes orígenes republicanos y se encuentra delimitada por representativas edificaciones y, además, ha sido sitio de episodios de enorme repercusión. Este aporte tiene como pretensión presentar los pormenores más relevantes que deben permanecer en la memoria colectiva con la finalidad de contribuir a afianzar nuestro espíritu de pertenencia e identidad con la metrópoli en la que “aparentar, adular, complacer, uniformar, constituyen reglas de urbanidad”, en palabras de Sebastián Salazar Bondy en “Lima la horrible” (1964).
Fue erigida sobre el área ocupada por la Estación del Ferrocarril San Juan de Dios Lima-Callao (1850). Antiguamente existió un hospital y un convento con igual nombre. En esta estación se produjo el asesinado de Silvestre Gutiérrez que, con sus hermanos Marcelino, Marceliano y liderados por Tomás, dieron un golpe de Estado -el 22 de julio de 1872- al presidente José Balta y Montero para evitar el arribo al poder de Manuel Pardo y Lavalle, líder del Partido Civil. Jorge Basadre en “Historia de la república del Perú” (1949), anotó: “…Silvestre salió, sacudió su látigo, lo arrojó al suelo y sacó su revolver, disparando sobre los grupos. Le contestaron con otros disparos, dícese que por la espalda, y el temerario Silvestre cayó herido. Entonces fue atacado a tiros, a palos y a pedradas. Sus ropas fueron desgarradas”.
Con ocasión del centenario de la Independencia Nacional del Perú, la Plaza San Martín es la primera en levantarse. Luis Alberto Sánchez en “Los burgueses” (1983), comenta: “Durante casi seis meses la Plaza San Martín fue escenario de un trabajo de febril edificación. La carpa del Pathe donde había estado antes la Plaza de San Juan de Dios, que era el escenario de la vieja y picaresca canción y bailes de la Lusitana y las tonadas del maestro Padilla, autor de la ‘Valencia’ y ‘La mujer del torero’, fue alzado un airoso edificio de cuatro pisos, sólido, severo, en rima perfecta con las construcciones de la Plaza San Martín, todo del mismo color, de la misma decoración, del mismo alto”.
Su planificación corresponde a Manuel Piqueras Cotolí -sobre una extensión de 12 mil 300 metros cuadrados- y la escultura del libertador argentino estuvo a cargo de Mariano Benlliure, considerado como el último notable maestro del realismo decimonónico. El proyecto es autorizado por la Municipalidad de Lima el 6 de julio de 1917. La develación del monumento a José de San Martín, realizada el 27 de julio de 1921, constituyó un magno acontecimiento encabezado por el titular del Poder Ejecutivo Augusto B. Leguía y Salcedo (1919-1930). En Buenos Aires, a esa hora, fábricas y barcos sonaban sus sirenas. En el majestuoso desfile participó el gallardo Regimiento de Granaderos a Caballo “General San Martín” enviado por Argentina.
Un suceso anecdótico se registró al momento de descubrir la imponente estatua. “La tela que cubría la estatua se enganchó y el presidente Leguía no podía descubrir la estatua, por lo que un niño se trepó por el monumento y logró desenganchar la tela, pero después fue necesario que los bomberos lo bajen con una escalera. El joven, en premio, recibió un reloj de oro”, relata Carlota Casalino Sen en “Centenario – Las celebraciones de la Independencia 1921-1924” (2017).
Considero pertinente reseñar detalles acerca de los representativos inmuebles de la Plaza San Martín. Una de sus primeros es el Edificio Giacoletti (1912) -en alusión al nombre del dueño de la cafetería italiana situada en el primer piso, Pedro Giacoletti- asentado en la esquina de la avenida Nicolás de Piérola y el jirón Quilca. Su arquitectura de estilo modernista fue encomendada a Masperi Hermanos – Arquitectos y Constructores.
El Teatro Colón (1914) lo ideó Claudio Sahut. En su apertura se presentó la obra ‘Los Fantoches’, puesta en escena por la Compañía de Teatro Fabregas. Luis Alberto Sánchez, en “Los señores” (1983), dice: “En la esquina de La Colmena con Quilca, entrando a la calle Belén, se construía apresuradamente un nuevo teatro, al que llamarían ‘Colón’, en tanto el viejo ‘Olimpo’ apenas abría de tarde en tarde sus puertas, desvencijado, maloliente, ruinoso”.
Una edificación de especial connotación es el Hotel Bolívar (1924). Su diseño fue autoría de Rafael Marquina y Bueno. En su etapa inicial tuvo tres pisos, luego se extendió a cinco pisos (1938). Se erigió por el centenario de la Batalla de Ayacucho. En “Los señores” se lee: “El 9 de diciembre, día de Ayacucho, el Hotel Bolívar, con los muros todavía resudando humedad, se inauguraba solemnemente. El hall estaba coronado por una cúpula de bellos vitrales. El mobiliario, severo y sólido, convidaba al reposo. El bar, revestido de madera de roble, abría sus ventanas sobre La Colmena”.
En principio allí se apostó el Palacio de Cartón (1921) -que inspiró “La casa de cartón” (1928) de Martín Adán (seudónimo de Rafael de la Fuente Benavides)- en donde se instaló la Exposición Internacional de Industrias. Juan Luis Orrego afirmó: “Se construyó el local con un material llamado Beaver Board (cartón-piedra), que determinó que sea llamado como ‘El Palacio de Cartón’. Anteriormente en dicho terreno había funcionado un circo y dada su gran dimensión, resultó ideal para la exposición”. Por su parte, José Gálvez Barrenechea formula esta descripción: “Velozmente, para cubrir con cierto aparente decoro, el vacío con los restos de las apresuradas demoliciones, se levanta un Palacio de Cartón. Se define una Lima nueva… y surge la nueva gran plaza con portales y la estatua del Protector”. Al desmontarse funcionó el Cine Teatro Mundial (1922-1923).
El Club Nacional (1929), de estilo académico francés, lo diseñaron Ricardo de Jaxa Malachowski y Enrique Bianchi. En la fase original de su cimentación intervino la firma neoyorquina The Foundation Company, después Malachowski asumió la administración de la obra. En “Los señores” se asevera: “La inauguración del nuevo local del Club Nacional sería un suceso. Algunos socios se opusieron a que se invitara al presidente Leguía a la fiesta de estreno del fastuoso local de Belén”.
Una mención adicional merece la resplandeciente Farola de Las Tres Gracias: figura renacentista de Germain Pilon importada de Francia en el siglo XIX. Representa a tres mujeres vestidas, tomadas de la mano y apoyadas dando la espalda a una columna central. En sus tres frentes se encuentran inscripciones en latín que hacen referencia al rey Enrique II. Ha sufrido varios traslados desde su instalación en el Teatro Principal -actual Teatro Segura- hasta su localización definitiva frente a la plaza con el cruce de la avenida La Colmena en 1915. El Ministerio de Cultura la nominó Patrimonio Cultural de la Nación (2018).
También, ha sido espectador de acontecimientos relevantes en el ámbito político. El 5 de febrero de 1975, durante la huelga policial, se perpetraron incendios y saqueos como resultado de los desmanes de los manifestantes. Se realizó el multitudinario mitin, el 21 de agosto de 1987, liderado por el escritor Mario Vargas Llosa contra el intento de estatización del sistema financiero impulsado por el presidente Alan García Pérez (1985-1990). Años más tarde, el citado exprimer mandatario pronunció uno de sus más brillantes alocuciones, al retornar del exilio, el 27 de enero de 2001.
La Plaza San Martín integra una urbe colmada de lacerantes desencuentros, contrastes, discriminaciones, brechas de desigualdad, apatías, envidias, habladurías e innegable pobreza. Reitero mi plena coincidencia con la juiciosa y severa descripción expuesta por Alexander Von Humboldt en su carta al gobernador de Jaén José Ignacio Checa, el 18 de enero de 1803: “…En Lima no he aprendido nada del Perú. Allí nunca se trata de ningún objeto relativo a la felicidad pública del reino. Más separada del Perú está Lima que Londres, y, aunque en ninguna parte de América española se peca de un patriotismo excesivo, no conozco otra ciudad en la cual ese sentimiento sea más apagado”.
(*) Docente, comunicador y consultor en protocolo, ceremonial, etiqueta social y relaciones públicas. http://wperezruiz.blogspot.com/
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