El sábado 15 de enero de 2022 se produjo un inmenso derrame de petróleo en los mares de Ventanilla. La empresa española REPSOL, administradora de la refinería de La Pampilla, comunicó un pequeño accidente que vertió unos cuantos galones de crudo. La realidad se conocería pocas horas después. Las protestas iniciaron entre los pescadores artesanales ubicados entre Ventanilla y Huacho. El norte chico.
La corriente marina arrastró la tragedia hacia el norte y mientras los medios de comunicación privados y con intereses hacían lo posible para “agilizar” la información; los medios independientes, alternativos, ciudadanos y las redes sociales explotaban de imágenes con ejemplares de las especies marinas afectadas.
Las protestas arreciaron. La primera ministra Mirtha Esther Vásquez Chuquilin anunció que la empresa entregaría “canastas” a las familias afectadas. Las protestas empeoraron.
Pero, no es la primera vez que existe un hecho como el de Ventanilla, en nuestros ríos amazónicos, las empresas extranjeras han vertido mucho más petróleo, aguas contaminadas, relaves mineros, etc. Y nadie informa o protesta. Es que, en realidad no existe “el Perú”; por el contrario, existen “varios Perúes”. Y el derrame de Ventanilla lo demostró. Aunque, aquella vieja división de un “Perú de Lima” y un “Perú Profundo” ya no funciona. Jamás funcionó.
El derrame de petróleo determinó que “el Perú de Lima” en realidad es: un “Perú de las clases dominantes limeñas que controlan el poder” a quienes el derrame no les interesa, ni les interesará porque ellos no han sido afectados de manera directa. Diferente habría sido su respuesta si el petróleo hubiese afectado las playas del balneario de Asia y Puerto Viejo. En ese caso, se declararía “tragedia nacional” y el Estado participaría en forma directa. Pero, el derrame fue en la Lima de los pobres. En las playas donde se arremolinan las mayorías cobrizas que llegan en mototaxi. Ese “Perú de Lima de los pobres” no tiene ninguna importancia y se encuentra tan marginada como el “Perú de las comunidades amazónicas”.
Con una empresa que niega su culpabilidad indicando que es la Marina de Guerra del Perú la verdadera institución culpable por no anunciar los acontecimientos ocurridos a miles de kilómetros. La mayoría de los partidos políticos no han publicado comunicados exigiendo la responsabilidad de la empresa que, también, es nombrada aportante en campañas electorales. Quizás, por eso, la mayoría de las bancadas congresales no se han pronunciado. La Municipalidad Metropolitana de Lima no dice nada. El Gobierno Regional del Callao, tampoco. Lima Provincias nada. Otro Perú que queda en silencio. ¿Y la fiscalía? ¿Y la Defensoría del Pueblo? ¿Y la Contraloría? El “Perú Oficial” ha fracasado.
Miles recurren a la solidaridad y a las acciones artesanales. Desesperación. Los voluntarios tratan de hacer lo que los profesionales no hacen. Con escobas y recogedores se intenta limpiar las playas. En algunas se han cavado fosas para “enterrar” el petróleo. Y mientras entierran el petroleó, entierran al Perú. Las escobas y los recogedores son la tecnología de punta de la empresa culpable del derrame. Con cabellos se busca limpiar la suciedad que mancha el Estado peruano desde hace 200 años. Y los medios de comunicación privados y con intereses siguen mudos. El “Perú de los medios de comunicación privados y con intereses” también ha fracasado.
Canastas de alimentos para las familias afectadas. Gran labor de Vásquez Chuquilin. Su partido político la aplaude. Las ONGs “ambientalistas” también la aplauden. Entrevistan a exministros y exviceministros de ambiente. Todos declaran lo que no hicieron cuando estuvieron en el cargo. Especialistas de oficina. Ninguno presenta la supervisión a la empresa sobre protocolos para casos de emergencia. En la entrevista buscan el lucimiento personal. ¿Estarán pidiendo trabajo? ¿Un puesto en el ministerio? Ese es el otro Perú. Es el “Perú de los arribistas”. Ellos también están manchados, pero no de petróleo.