Sobre el discurso de Javier Prado y Ugarteche en el entierro de Ricardo Palma

Por: Augusto Lostaunau Moscol

El lunes 6 de octubre de 1919, repentinamente el presidente de la Asamblea Nacional, doctor Mariano H. Cornejo, comunicó a los asistentes:

“Señores: Tengo el sentimiento de anunciar a la Asamblea Nacional la muerte de Ricardo Palma. La desaparición del insigne literato producirá honda emoción en todo el Perú. Habituados a su ancianidad bondadosa y plácida, habíamos llegado a creer que era inmortal; su muerte inesperada ha sido el despertar doloroso de un grato sueño” (1952: 2237).

Inmediatamente un grupo de asambleístas presentaron una solicitud para suspender la sesión en señal de duelo porque Manuel Ricardo Palma Soriano fue miembro del Congreso de la República entre 1869 y 1872. Además, se solicitó que el pleno de la asamblea nacional se desplace hacia el funeral de Ricardo Palma. Por unanimidad dicha solicitud fue aprobada. Así mismo, por su larga trayectoria académica, intelectual y política, el asambleísta por Lima, Javier Prado y Ugarteche fue designado para dar las palabras a nombre de la máxima representación nacional.

En el entierro, Prado y Ugarteche inició su discurso con las siguientes palabras:

“La más alta personalidad de las letras nacionales se ha desprendido de sus terrenas vestiduras para entrar en el reino de la inmortalidad e irradiar, eternamente, sobre su patria, gloria inesperada…El Perú entero, con intenso recogimiento, se inclina conmovido ante la majestad de esa gloria” (1952: 2240).

Pese a tener 86 años al momento de morir, los peruanos de 1919 muestran su admiración por tan lamentable pérdida, lo que demuestra que cuando un artista, escritor o intelectual llega a su madurez creativa y productiva, la sociedad en general lo asume como “inmortal”. Y, al morir, su ausencia material se verá compensado con la capacidad de “irradiar” su obra a toda la nación. Es decir, que la producción literaria de Ricardo Palma ya no le pertenece sólo a él; sino también a todos los peruanos.

Por ello, Javier Prado indicó que:

“Ricardo Palma, cuyos venerados restos venimos a depositar en la morada del eterno reposo, ha realizado una inmensa obra intelectual de valor inapreciable para la historia del Perú. Durante más de 60 años fue esa obra el objeto de todos sus desvelos, de todo su amor. Le consagró íntegra su vida, y se entregó a ella como un sacerdocio con el fervor supremo que inspiran las cosas sagradas, sin que jamás la acción de los años ni las amarguras y decepciones de la vida quebrantaron en su espíritu ese fuego divino” (1952: 2240).

El reconocimiento al autor es, a la vez, el reconocimiento a su obra, y viceversa. Es decir, cuando reconocemos la obra, también reconocemos al autor. No existe la posibilidad de separar al autor de la obra realizada. Aquellos que suponen la existencia de una posibilidad de destacar la producción y dejar de lado a su autor, Javier Prado nos demuestra que eso es imposible. En el caso de Ricardo Palma, Prado nos indica que la obra de Palma le consumió casi 60 años de su propia vida. Para escribir, el escritor se ausenta de los demás, se aísla y en su soledad se enfrenta a la hoja en blanco. Son horas, días, semanas, meses y años que el intelectual vive acompañado de la soledad. El escritor sólo interactúa con la sociedad que le rodea al momento de buscar “esa inspiración” que siempre necesitará.

Javier Prado Ugarteche testimonia:

“Era emocionante contemplar cómo la materia se destruía en la naturaleza del venerable anciano y su alma ardorosa y nobilísima continuaba, sin embargo, manteniendo el mismo entusiasmo, la misma fé, y el mismo culto por las cosas del espíritu, por la vida de la inteligencia de la historia de la patria. Y así, consumiéndose día a día la materia y espiritualización cada vez más su ser, Palma en sus años, vivía ya solamente en la región purificada del pensamiento en aquel mundo de la Eterna Verdad y de la Eterna Belleza, al que nos revelaba Platón se asciende por el amor, la simpatía y el genio” (1952: 2240).

Pese a ser un octogenario, Palma mantuvo ese interés vigorizante por la creación literaria y por los hechos históricos necesarios para forjar una identidad nacional. La obra de Ricardo Palma presenta esa dualidad inseparable: es una creación literaria hermosamente escrita y que permite forjar una identidad nacional entre los peruanos que acceden a su lectura. En algún momento de nuestro desarrollo historiográfico, Las Tradiciones Peruanas fueron tomadas como “documentos de primera mano”. Varias generaciones de peruanos crearon y desarrollaron una idea del pasado peruano teniendo como base la lectura de Ricardo Palma. Por ello Prado agrega:

“Fruto de esa vida, tan gloriosamente recorrida, son las “Tradiciones Peruanas”; nuestra historia nacional, no contemplada ni descrita bajo sus normas severas y rígidas, sino con la libertad luminosa y creadora de la imaginación y del arte, que por medio de la tradición y de la leyenda, ha penetrado en el subjetivismo de las almas, en lo más íntimo y penetrante de un pueblo, con tal intensidad y color que no hay historia alguna sobre nuestro país que produzca una impresión más real y sugestiva y que despierte más viva curiosidad, interés y atractivo por el Perú y su historia que las Tradiciones de Palma” (1952: 2240).

Mientras la Historia, como la matriz de todas las Ciencias Sociales, está en la obligación de demostrar cualquier afirmación; la Literatura -como expresión de la creatividad de las Humanidades- puede mostrar los hechos de manera estética. Entonces, los escritores pueden abordar cualquier tema (incluso hasta los históricos) pero, gozan de la libertad de la creatividad artística, narrando los hechos e, incluso, utilizando los diálogos, entre los personajes. Ricardo Palma es uno de los más importantes exponentes de nuestra literatura donde la imaginación se mezcla con la verdad de los hechos históricos. Por ello, muchos lectores -en todos los tiempos- han confundido Las Tradiciones Peruanas con textos del quehacer histórico.

Es por lo que, el Doctor Javier Prado indicó:

“Con razón se ha dicho que el nombre del insigne tradicionalista se ha identificado fuera del país con el de su patria. Y los extranjeros al llegar a nuestra capital se afanaban por ir, en religiosa romería al sereno y tierno hogar de nuestro patriarca intelectual, a tributarle fervorosa simpatía y admiración…Nada afirma, vigoriza y exalta el sentimiento de la nacionalidad como el vínculo de la historia, y el culto por ella. Y la obra de Palma realizada con devoción, con perseverancia suprema y con gesto insuperable, es herencia suprema de amor y gloria eterna para su patria…Como las grandes epopeyas de los pueblos, como el Poema del Cid, como los Romanceros, como el Quijote en la literatura española, “Las Tradiciones de Palma”, en literatura peruana, son el poema de vida y de ensueño en que renace y palpita el alma del pasado del Perú” (1952: 2240-2241).

No cabe duda de la profunda admiración y respeto que profesaba el doctor Javier Prado y Ugarteche por la señera y serena figura de Ricardo Palma. Son las palabras del representante de la Asamblea Nacional, pero también del catedrático y Rector (1915-1920) de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, quien casi dos años después, a la edad de 49 años, iría al encuentro de Palma al “desprenderse de sus terrenas vestiduras”. Prado eleva la producción de Ricardo Palma a la literatura universal de todos los tiempos. Comparó Las Tradiciones Peruanas con la producción más importante de los pueblos a través de la historia. Junto al Cid y el Quijote, están los personajes que Ricardo Palma recoge en sus escritos. Mitad humanos y mitad leyenda.

Por ello, en su discurso, Javier Prado agregó:

“Las joyas exquisitas que constituyen cada tradición se hallan unidas en armonía prodigiosa por la unidad del espíritu que las anima y por un arte maravilloso e inimitable. Tienen la estructura, la medida, el relieve, el colorido, la luz y el movimiento que sólo pueden alcanzar los espíritus máximos en la producción intelectual. Es la verdadera creación en el Arte, la de los seres privilegiados, que conciben y producen las obras que forman el patrimonio y el caudal intelectual de un país…En el estilo de las Tradiciones, como he tenido ocasión de manifestarlo alguna vez, se unen en compenetración admirables, la espontaneidad, la frescura, el donaire del lenguaje popular con la distinción y el primor del Arte más rico y refinado. La gracia y el colorido de Palma no lo ha alcanzado ningún otro escritor americano. Hay que ir a buscarlos en las grandes y eternas fuentes del periodo cervantino, impregnadas a la vez por la fineza e ironía francesa del más alto y purísimo valor…Agita este estilo, un vapor cálido y voluptuoso de malicia y de desenvoltura cubierto por un velo sutil de despreocupación y de humorismo, bajo el que corren inagotables corrientes de simpatía y de benevolencia generosa” (1952: 2241).

En nuestra historia y en nuestra sociedad, la figura de Ricardo Palma está íntimamente ligada a Las Tradiciones Peruanas. Es su obra cumbre que, de alguna u otra forma, ha opacado sus otros escritos. Además, es su faceta de escritos lo que también ha permitido olvidar al Ricardo Palma político o funcionario público. Para nosotros los peruanos decir Ricardo Palma es sinónimo absoluto de Tradiciones Peruanas, y viceversa. Para nosotros los peruanos decir Ricardo Palma es sinónimo absoluto de escritor. El Ricardo Palma crítico, comentarista y entrevistador ha sucumbido ante el creador. El artista se ha impuesto sobre el crítico. Hace falta mayores y mejores estudios para ir descubriendo esas otras facetas que permanecen cubiertas por la gloria literaria y creativa. Eso sucede con muchos escritores al momento de morir. Y, en el Perú, eso es moneda corriente. Por ello, el político Javier Prado y Ugarteche no recuerda al político y funcionario Ricardo Palma. Su otra obra, La Biblioteca Nacional, está ausente en el discurso necrológico. Incluso, el fuerte debate que mantuvo con Manuel González-Prada, y que dividió a toda una generación de ilustres intelectuales, tampoco es referido. La magnitud de Las Tradiciones Peruanas ocupa el espacio total del homenaje.

Javier Prado y Ugarteche agregó:

“Dotes tan singulares e inimitables no pueden reemplazarse. La pérdida de Ricardo Palma, es duelo de la patria. ¿Quién podrá volver a comunicar a las letras nacionales la vida, el brillo, el encanto y la fama del exceso tradicionalista cuyo nombre se admira y se enaltece en todos los países de habla castellana?…

Las tormentas transitorias de la vida, como olas impotentes y fugaces se rinden a las plantas de las Tradiciones de Palma, que al frente de nuestra historia intelectual, se elevan, como pórticos de luz dominando el tiempo y el espacio” (1952: 2241-2242).

Las Tradiciones de Palma es comúnmente citado por Prado y Ugarteche. Quizás, la muerte del insigne escritor significó la desaparición del más importante exponente del género de las tradiciones. Existen en el Perú otros escritores influenciados por la obra de Palma que también cultivaron ese género. Pero, su más importante y logrado exponente fue Ricardo Palma. Incluso, es un género con importantes exponentes en otros países de América latina. La mirada del pasado no necesariamente debe ser con ojos de sentencia por lo que hizo mal y por lo que no se hizo. Palma demostró que la literatura nos puede ayudar a mirar el pasado con ironía e, incluso, burla.

Un discurso muy sentido y -a la vez- con aires de académico, el que pronunció el doctor Javier Prado y Ugarteche ante los restos mortales de Ricardo Palma.

Siendo las últimas palabras:

“El Perú se enorgullece de haber producido ese espíritu y esa obra inmortal, y la Asamblea Nacional, en cuyo nombre tengo el honor de hablar, interpreta el sentimiento del país tributando el más alto homenaje de respeto, de admiración y de gratitud ante los restos de la figura egregia de las letras nacionales” (1952: 2242).

Referencia:

Prado y Ugarteche, Javier. Discurso pronunciado ante la tumba de Don Ricardo Palma. En: Boletín Publicado por la Biblioteca de la Cámara de Diputados del Perú. Año VII. N° 18. Lima-Perú. 1952.

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