Augusto Lostaunau: Bladivídeos y Bicentenario

Augusto Lostaunau M.

Las celebraciones del Bicentenario empezaron desde el 2020. En las regiones, se han realizado muchos eventos rememorando la independencia de las ciudades y pueblos del Perú. Aunque, la gran mayoría de eventos han pasado desapercibidos porque no son del agrado de la Comisión del Bicentenario, quienes son detentores y defensores de la Historia Oficial del Perú. Esa historia construida como un simple discurso histórico que, sustentándose en la mera descripción de los hechos del pasado, lo que pretende es justificar los poderes del presente.

En realidad, la Historia Oficial es un simple tráfico ideológico que busca, a la luz de las necesidades de la clase dominante actual, buscar crear un pasado histórico que los destaque y encumbre como clase social. Por ello, aceptar que las luchas separatistas del Perú iniciaron con la Revolución del 4 de Noviembre de 1780, no es una opción aceptable para los siervos de la Historia Oficial y de los grupos de poder dominante.

Pero, más allá de ello, existe un tema que se está prácticamente vedando: El Bicentenario de la Corrupción en el Perú. Pese a que importantes, destacados y connotados historiadores peruanos han tocado el tema -a profundidad- en sus diferentes investigaciones.

Una lista muy reducida sería: Jorge Basadre Grohmann con Sultanismo, Corrupción y Dependencia en el Perú Republicano (Editorial Milla Batres, Lima-Perú; 1981); Heraclio Bonilla con Guano y Burguesía en el Perú (Instituto de Estudios Peruanos, Lima-Perú; 1974); Alberto Flores Galindo con Los Consolidados (una mala palabra) y las Multitudes (Revista Andina Año 6-N° 1, publicación semestral del Centro Bartolomé de las Casas, Cusco-Perú; 1988); Alfonso W. Quiroz con Historia de la Corrupción en el Perú (Instituto de Estudios Peruanos-Instituto de Defensa Legal, Lima-Perú; 2013). A los cuales se pueden agregar investigaciones y testimonios como las del abogado, periodista y excongresista Héctor Vargas Haya con Contrabando (Derechos Reservado, Lima-Perú; 1976); la del sociólogo y excongresista Manuel Dammert con CPV/Guvarte. Las Deudas Fraudulentas (Edición del autor, Lima-Perú; 1986); del empresario Pedro A. Morillas con Crónica de una Muerte Reestructurada ((Edición del autor, Lima-Perú; 2001); y los textos del sociólogo y ex asesor de la campaña política de Cambio 90, Francisco Loayza Galván con Montesinos, El Rostro Oscuro del Poder en el Perú (Ediciones del autor, Lima-Perú; s/f) y Fujimori y Montesinos en el Tráfico de Armas a las FARC (Ediciones Diario Punto Final, Lima-Perú; 2000).

Otros textos importantes son el del psicoterapeuta y docente universitario Saúl Peña Kolenkautsky con Psicoanálisis de la Corrupción (PEISA SAC, Lima-Perú; 2003); del economista Óscar Ugarteche con Adiós Estado Bienvenido Mercado (UNMSM-Friedrich Ebert Stiftung-Serie Cuestión Perú, Lima-Perú; 2004); del periodista Raúl A. Wiener con Un Fraude en 3 Letras: LAP Lima Airport Partners (ALEPH Impresiones SRL, Lima-Perú; 2005); del abogado, periodista y excongresista Héctor Vargas Haya con Frustración, Democracia y Corrupción en el Perú (Editorial Milla Batres, Lima-Perú; 1994) del abogado Ramón Ramírez Erazo con Los Jueces de Montesinos. La Red Montesinista en el Poder Judicial 1990-2000 (Academia de Magísteres y Doctores del Perú, Lima-Perú; 2002); del Mayor Ejército Peruano Evaristo Castilla Aste con La Conjura de los Corruptos. Tomo I Narcotráfico (Derechos Reservados, Lima-Perú; 2001); del docente Iván Rodríguez Alegre con Vladimiro Montesinos y el Poder Político en el Mandato de Alberto Fujimori (Editorial San Marcos, Lima-Perú; 2007) o del educador Jimmy Calla Colana con Corrupción Aprista en Educación (Derechos Reservados, Lima-Perú; 2012).

No es una lista completa, detallada o exhaustiva; por el contrario, son simplemente un conjunto reducido de textos que nos vienen a la mente y que su lectura ha sido muy importante -para nosotros- en el proceso de poder tener una mejor idea del fenómeno de la corrupción en nuestro país en los últimos 200 años.

Y si, como dice Edward H. Carr: “La historia consiste en un cuerpo de hechos verificados. Los hechos los encuentra el historiador en los documentos, en las inscripciones, etcétera”, son los denominados Vladivídeos, los mejores documentos que muestran y demuestran la existencia de corrupción en el Perú. La danza de los millones y los rostros felices es la escena principal en ellos. Desde ese momento, nadie puede negar que la corrupción existe tal y como fue denunciada muchas veces por historiadores, investigadores y políticos en actividad. Los Vladivídeos son los documentos del Bicentenario, los ello, es mejor no hablar del tema. Son la mejor puerta para ingresar al espacio más sórdido de la sociedad peruana: la política y el control del poder en el Perú.

Ya no se trata de testimonios de los actores donde más allá de su palabra, no existe la posibilidad de documentar el hecho. Como por ejemplo la entrevista televisiva realizada al propietario del Banco de Crédito del Perú, Dionisio Romero, en agosto de 1987 donde aceptó que financió la campaña política del candidato Alan García Pérez en 1985 (dicha entrevista fue publicada en el diario La República el 14 de agosto de 1987 y una parte ha sido citada en el libro Estrategias de Poder, Grupos Económicos en el Perú del economista Enrique Vásquez Huamán; Universidad del Pacífico, Lima-Perú; 2000). Lo cual fue inmediatamente desmentido por representantes del gobierno del Partido Aprista Peruano indicando que era una venganza frente al anuncio de estatizar la banca que realizó en presidente García en su discurso en el Congreso de la República del 28 de julio del mismo año. Generando, por lo tanto, cierta duda en la sociedad peruana en general.

Con los Vladivídeos no sucede lo mismo. Las imágenes y los audios nos permiten conocer la magnitud de la corrupción en nuestro país. Y, lo más importante, cómo esta corrupción permite destruir los mitos sobre la política que se han elaborado en el Perú.

El mito del empresario honesto que acumuló su fortuna gracias al trabajo y esfuerzo personal fue duramente golpeado con las imágenes de los broadcasting´s que enmudecidos, empalidecidos y sorprendidos, se tomaban la cabeza al ver varios millones de dólares en efectivo (fajos de billetes tras fajos de billetes) que les eran entregados por un Vladimiro Montesinos sonriente, mientras firmaban la entrega de la línea editorial de su medio de comunicación al gobierno y el fujimorismo. Así, el mito del empresario/presidente de la República que no es corrupto porque tiene tanto dinero que el sueldo no le interesa, también fue pulverizado.

Pero ¿acaso quienes visitaban la salita de la corrupción ubicada en las instalaciones del Servicio de Inteligencia Nacional no sabían lo que sucedía en su interior? ¿Y los rumores que ya estaban en el ambiente político desde la captura de Frecuencia Latina por los socios menores no eran escuchados por los concurrentes?

Porque algo que se debe destacar es que los Vladivídeos se realizaron en una salita del SIN. Los que recibieron dinero tenían que ir al SIN. Y, para entrar a sus instalaciones, deberían figurar sus nombres en una lista de invitados por el señor Vladimiro Montesinos.

Los Vladivídeos no son persecuciones o seguimientos. No se han filmado en la cafetería del Poder Judicial o en la cochera del Congreso de la República; mucho menos en un restaurante del Centro de Lima o Barranco; por lo contrario, son vídeos logrados en una sola locación. Y en una institución duramente cuestionada desde el principio del gobierno de Alberto Fujimori.

Entonces, a la voluntad del corruptor debemos agregarle la voluntad de quien desea ser corrompido. No fue un acto sorpresivo. Ni de buenas a primeras. Los interlocutores ya se conocían y, en la mayoría de los casos, existe un grado de confianza que les permite hablar coloquialmente. Acaso, ¿estaban ansiosos esperando el momento de ser llamados a la salita de la corrupción y gozar de los “beneficios” que significaba ingresar a ella?

La cosificación de la política llegó a niveles insospechados que, era solamente una cosa sin importancia que se podía comprar y vender. Sólo era necesario una propuesta y la materialización con la entrega de fajos de dinero.

Aquí, es muy parecido a una transacción comercial cotidiana. Dinero en efectivo. Nada de cuentas en bancos de paraísos fiscales. Entrabas con los bolsillos vacíos y salías con los bolsillos llenos. Algunos cargaban bolsas de dinero. Todo parecía una película de narcotraficantes. Pero, en este caso, los Vladivídeos eran el documento creado para chantajear a quienes ingresaron a la salita de la corrupción.

¿Cuántos vídeos se grabaron? ¿Cuántos siguen en el mercado? ¿Cuántos siguen siendo útiles para el chantaje?
Acaso ¿habrán postulado a la presidencia para evitar la exhibición de sus vídeos?

Como documentos históricos, los Vladivídeos son los más importantes del Bicentenario. Su protección y exhibición permanente debe ser parte de una política nacional de lucha contra la corrupción. Pero, depende mucho que el nuevo gobierno tenga una política real de lucha contra la corrupción. Para ello, es necesario una ciudadanía que exija una mayor transparencia en los actos del gobierno.

Así como funcionarios públicos que sirvan a la sociedad y no busquen servirse de ella. La corrupción de los últimos 21 años no es la misma corrupción del fujimorato, pero ambas le han hecho mucho daño a la salud moral del país y, así como los principales corruptos del fujimorato están presos, esperemos que pronto los principales corruptos de los últimos 21 años también lo estén. Será una verdadera celebración del Bicentenario.

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